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Entrevista a la doctora Gemma Safont
El cerebro está en todo momento informado de lo que sucede en el intestino, y viceversa
La doctora Gemma Safont es médico especialista en Psiquiatría. Aboga por un abordaje global de la salud mental, teniendo en cuenta la íntima interconexión del cerebro con el resto del organismo, y con un interés especial en nutrición. Compagina la actividad asistencial en el Hospital Universitari MútuaTerrassa y en consulta privada con la actividad docente como profesora asociada de la Universitat de Barcelona. Realiza actividad investigadora en el marco del Centro de Investigación Biomédica en Red en el área de Salud Mental (CIBERSAM). Además de autora de libros y artículos en revistas científicas internacionales, es coeditora y coautora de la guía “Alimentación Saludable. Una guía para psiquiatras y sus pacientes”.
El papel de la alimentación en la salud es algo que la mayoría de la población tiene interiorizado. Sin embargo, habitualmente el foco se pone en la salud física, y no en la mental. ¿Qué factores dietético-nutricionales predisponen o bien se asocian con las enfermedades mentales?
Debemos partir de la premisa de que no hay salud física sin salud mental, ya que ambas son indisolubles. El cuerpo humano es un organismo global, entero, que funciona orquestado, y no se puede fragmentar en diferentes órganos o sistemas. La alimentación es un factor clave en la salud global en general, y la salud mental en particular. Pensar que la alimentación no tiene nada que ver con cómo está nuestro cerebro es un sinsentido. Nuestro cerebro es un órgano muy complejo necesita muchísima energía y nutrientes de calidad para funcionar de forma óptima. Si nuestra alimentación se basa en productos no naturales, ultra procesados, con un exceso de carbohidratos de absorción rápida y de grasas trans, eso va a repercutir sin lugar a dudas en nuestra salud mental.
La neuroinflamación se ha postulado como un origen común en el desarrollo o aparición de algunas enfermedades neuropsiquiátricas. ¿Puede contarnos brevemente qué es y qué factores relacionados con el estilo de vida la causan?
Tal como su nombre indica, la neuroinflamación es la presencia de actividad del sistema inmune en el sistema nervioso central. Literalmente, el cerebro se inflama como respuesta ante un daño, infección o proceso neurodegenerativo. Esa sensación que todos hemos tenido alguna vez de niebla mental, de embotamiento, es un síntoma de neuroinflamación. Los factores relacionados son prácticamente todos los que tienen que ver con un estilo de vida que se aleja de la salud, como una alimentación inflamatoria, el sedentarismo, la falta de sueño, el estrés crónico, la disrupción circadiana, los tóxicos, el déficit de micronutrientes, o la disbiosis intestinal.
Uno de los campos que actualmente despiertan mayor interés en el estudio de las enfermedades mentales es el eje intestino-cerebro. ¿Qué conexión existe entre ellos?
El intestino y el cerebro están íntimamente conectados mediante un conjunto de vías de comunicación bidireccionales a través de las cuales el cerebro está en todo momento informado de lo que sucede en el intestino y viceversa. De hecho, al intestino se le llama el segundo cerebro porque está tapizado de una gran cantidad de neuronas, que conforman el sistema nervioso entérico, y que son responsables de funciones importantes como la motilidad intestinal, el mantenimiento de la homeostasis intestinal, la liberación de neurotransmisores y otros metabolitos… Pero no solo eso, sino que también nuestro intestino alberga emociones, y tiene estrés y sentimientos. Desde el intestino se toman decisiones intuitivas, emocionales, e incluso es capaz de actuar independientemente del cerebro. ¿No os habéis fijado que las emociones donde primero las notamos es en la barriga?
¿Cuál es el rol de la microbiota en toda esta red de conexiones?
Estamos viendo en los últimos años la enorme importancia de la microbiota en el correcto funcionamiento de este eje, al ser la responsable y mediadora de los eventos clave de la señalización en esta gran autopista de información entre el sistema nervioso central y el intestino. Además, a través de distintos mecanismos, la microbiota intestinal es capaz de regular el sistema inmune, los ejes neuroendocrinos y el funcionamiento del sistema nervioso central y periférico. Por sí misma es capaz de sintetizar metabolitos, neurotransmisores, vitaminas, y nutrientes esenciales como aminoácidos o ácidos grasos de cadena corta. Los microorganismos y el huésped humano forman un superorganismo y viven en simbiosis; sin embargo, ciertas circunstancias pueden causar un cambio en esta relación que conduce a la disbiosis o alteración de la microbiota intestinal, lo que se ha relacionado con la etiología de múltiples patologías, entre ellas las enfermedades mentales.
¿Qué nutrientes destacaría como básicos para promover una correcta salud mental y neurológica?
Los principales nutrientes para nuestro cerebro serían en primer lugar las grasas de calidad. Nuestro cerebro se compone mayoritariamente de grasas, y entre ellas merecen una mención especial, tanto por su función estructural como funcional, los ácidos grasos poliinsaturados omega 3. Por otro lado, el cerebro para funcionar necesita muchísima energía, que la puede obtener principalmente de dos sustratos, que son la glucosa y los cuerpos cetónicos. Pero no hay que confundir glucosa con azúcar. El organismo tiene la capacidad de sintetizar glucosa de otras moléculas siempre que la necesita. También serían neuronutrientes muy importantes las vitaminas del grupo B, fundamentales en la síntesis de neurotransmisores; la vitamina D3, que participa en múltiples funciones esenciales; la vitamina C como antioxidante, y otros factores vitamínicos. Y no olvidemos los minerales como el magnesio o el zinc, los aminoácidos, o los polifenoles. Por todo ello, algunos de los alimentos que serían más ricos en neuronutrientes serían el pescado azul, los huevos orgánicos, las nueces y semillas oleaginosas, el ghee, las crucíferas, las bayas…
Junto a otras profesionales de la salud, es coeditora y coautora de la guía “Alimentación Saludable. Una guía para psiquiatras y sus pacientes”. ¿Cuál fue la motivación para decidirse a escribirla?
La idea de escribir esta guía surgió de la necesidad de dar a conocer de una forma sencilla y a modo de divulgación un tema tan importante como es la alimentación para la salud mental. Esta guía contribuye a abordar las necesidades no cubiertas en unas patologías tan prevalentes y complejas. Hay mucho desconocimiento y confusión sobre la nutrición en la medicina en general, y en esta área en particular, tanto por los profesionales como por los pacientes, y queríamos cubrir los aspectos básicos que consideramos que se deben conocer. A día de hoy, los estilos de vida deben ser tenidos en cuenta como factores clave en la promoción y recuperación de la salud, y tanto los profesionales como los pacientes debemos tomar conciencia e implicarnos activamente. La evidencia es concluyente, tal como se revisa en la guía, y buscar esta intervención, desde un enfoque interdisciplinar partiendo de un modelo de decisiones compartidas, con el paciente en el centro del proceso, es la vía para avanzar hacia una salud integral.
La psiquiatría nutricional (o mejorar la salud mental a través de la alimentación) es una disciplina y área de estudio emergente y muy activa. ¿Qué podemos esperar en los próximos años de este apasionante ámbito que une psiquiatría y nutrición?
Efectivamente, la Psiquiatría Nutricional está emergiendo con mucha fuerza dentro de todo lo que es el estudio y tratamiento de las enfermedades mentales. Cada vez hay más interés y se están realizando estudios de gran envergadura, muy serios y de alta complejidad metodológica, que están demostrando la importancia de la nutrición en este campo. Se están creando sociedades científicas muy potentes, tanto nacionales como internacionales, que tienen como misión dar soporte científico a una investigación rigurosa sobre el enfoque nutricional adecuado para la prevención y el tratamiento de las enfermedades mentales y sus comorbilidades. En los próximos años, esperamos que todo lo que ya empezamos a saber se vea consolidado con evidencia científica de calidad, y que todos los profesionales que se dedican a la salud mental tomen conciencia de ello y lo pongan en práctica.